En esta Argentina políticamente maniquea casi no hay margen para la independencia de pensamiento. O si lo hay, comienza a resultar riesgoso expresarlo.
Siempre está latente la posibilidad de ser rotulado: sos aliado o sos traidor. Sin matices, sin posibilidades de disenso con quienes pugnan por sus intereses, atribuyéndose la representación de un colectivo que difícilmente se sienta representado.
El gobierno nacional hizo mucho para llevar al país a este extremo. Y los representantes del campo están adoptando un estilo peligrosamente similar al de los Kirchner.
El campo odia a los Kirchner, y los Kirchner hicieron todo para que así sea. Néstor y Cristina están recolectando desde hace rato los frutos que se encargaron de sembrar y que echaron raíces tan profundas que difícilmente puedan ser arrancadas de un día para otro.
Los humillaron. Los transformaron en el enemigo que faltaba, cuando ya habían logrado casi la suma del poder público, con gobernadores arrodillados ante la billetera nacional, un peronismo desarticulado y una oposición prácticamente aniquilada. Quedó claro, a principios de 2008, que a los Kirchner les resulta muy difícil administrar la paz.
En aquel contexto, el campo logró un apoyo de la clase media urbana que pocos hubieran imaginado. Es que el hombre de la ciudad tampoco deseaba verse embarcado en un clima de disputas permanentes.
A tanto llegó aquel apoyo, que el país toleró interminables cortes de ruta que llegaron a cambiar la rutina de la población. Hoy, claro está, campo y gobierno ya no tendrían margen para llevar el enfrentamiento hasta esos límites, pero el clima de divisiones continúa profundizándose.
El dirigente de Federación Agraria, Omar Barchetta, dejó abierta hoy la posibilidad de que el gobernador de la provincia, Hermes Binner, sea silbado por los productores asistentes al congreso anual de la entidad, donde Eduardo Buzzi será reelecto como presidente.
“No creo que Hermes Binner sea silbado”, afirmó. Y el “no creo” fue el punto sustancial de sus palabras. Del “no creo” al “tal vez” hay un solo paso. El “no creo” se pareció demasiado a una advertencia. O se brinda las respuestas que el campo espera, o los silbidos llegarán. La línea, otra vez, quedó trazada. O estás con nosotros, o estás con los otros.
Hoy pueden ser silbidos, antes fueron huevazos e insultos contra los diputados Alejandro y Agustín Rossi.
A los hombres del campo santafesino les preocupa que el gobierno provincial pueda incrementar el Impuesto Inmobiliario Rural. Pero dicho impuesto se encuentra congelado desde 1992. Fueron diecisiete años en los que no sufrió modificaciones. Mientras tanto, hubo años malos, pero otros fueron extraordinariamente buenos.
El propietario de un campo de 33 hectáreas en pleno departamento Las Colonias, paga cuatro cuotas anuales de poco más de 10 pesos en concepto de Impuesto Inmobiliario Rural. Menos de 50 pesos por año.
Productores autoconvocados realizaban hoy una manifestación frente a la Casa Gris. El abanico de reclamos era tan diverso que a ellos mismos les costaba resumirlo. Sin embargo, básicamente plantean su oposición a cualquier incremento impositivo.
Los socialistas dijeron públicamente que sospechan de que Carlos Reutemann está detrás de esta protesta. Con este planteo, el Socialismo se suma a esta lógica binaria, maniquea.
También se esperaba la llegada de productores de Coronda a la Casa Gris, molestos por las inspecciones que realiza la Afip porque gran parte de sus cosecheros trabajan en negro y, en algunos casos, en condiciones lamentables.
Desde la Obra Social de Trabajadores Rurales y Estibadores (Osprera) se les pidió que, al menos, “blanqueen” algunos de los empleados. “Cuando les va mal a los productores, entendemos que les resulta difícil inscribir a los cosecheros. El problema es que cuando les va bien, tampoco lo hacen”, dijo Alberto Balbi, titular de la entidad.
Pero los autoconvocados también quieren manifestar su malestar por la postura que el socialismo adoptó en la Cámara de Diputados durante el tratamiento de la Ley de Medios. Reconocen no haber leído el proyecto original, ni el texto que salió modificado desde la Cámara baja. El problema es que los socialistas hayan sido funcionales al kircherismo.
Otra vez, la línea divisoria queda trazada en este campo de batalla imaginario en el que a veces ni siquiera se sabe con certeza por qué se pelea. Sólo se sabe que, del otro lado, está el enemigo. Poco importa quiénes integren sus filas. Si no están de este lado, es porque se pasaron al bando contrario y deben ser enfrentados.
Los Kirchner hicieron todo para que así sea. Néstor y Cristina recogen lo que sembraron. Sin embargo, sus contrincantes están adoptando una lógica parecida, y esto es realmente peligroso para el país y para un enorme sector que tiene derecho a no sentirse representado por ninguno de los bandos en pugna. (José Curiotto)