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Maximiliano Pullaro: objetivos cumplidos, capacidad de gestión y el reto de manejar tanto poder con sensatez

Además, logró sostener la obra pública a pesar del contexto nacional, redujo drásticamente los niveles de violencia y homicidios en la ciudad de Rosario, introdujo cambios en el régimen carcelario y abrió las puertas a la reforma de una Constitución provincial que, en 2025, cumplirá 63 años.

Maximiliano Pullaro le dio a su equipo de colaboradores y a la vicegobernadora Gisela Scaglia una visibilidad inusual para los últimos años de la política santafesina.

No es poco, para 365 días de gestión. Y lo hizo sin incurrir en un estilo híper-personalista, ya que sus ministros y funcionarios cercanos tuvieron un protagonismo clave en cada uno de estos procesos. Incluso, desde el Poder Ejecutivo se le brindó un sólido protagonismo a la vicegobernadora Gisela Scaglia.

Cada uno de estos logros —todos necesarios, en mayor o menor medida— podría ser analizado en profundidad, pero en este caso alcanza con una breve síntesis:

  • Reducción del ausentismo docente: POSITIVO E INCOMPLETO. El nivel de inasistencias de docentes en las escuelas se redujo en pocos meses. Pero el Gobierno no mostró el mismo esfuerzo para poner bajo la lupa los niveles de ausentismo en el resto de la administración pública y en los distintos poderes del Estado. Una deuda pendiente para lo que viene en la gestión.
  • Modificación en el sistema de ingresos en la EPE: INCÓGNITA. A partir de ahora, se deberá garantizar la transparencia en la aplicación del nuevo proceso. En los papeles, el esquema planteado para seleccionar nuevo personal resulta justo. Pero la experiencia demuestra que, en la práctica, este tipo de reglamentaciones puede ser manipulada si no se actúa con honestidad.
  • Reducción de los niveles de violencia: NOTABLE. La ciudad de Rosario pasó de ser la capital de los homicidios, a ubicarse dentro del promedio nacional en cuanto a la cantidad de asesinatos.

Antes de asumir, este gobierno anunció su decisión de impulsar la renovación de la Corte Suprema de Justicia. El año próximo será clave en este sentido, ya que habrá que reemplazar al menos a dos ministros.

  • Manejo de las cárceles: RECALCULANDO. Apenas asumió este Gobierno, puso en marcha una estrategia comunicativa a través de redes sociales al estilo Nayib Bukele en El Salvador. Luego de la difusión de una serie de videos efectistas y sensacionalistas registrados dentro de las cárceles de Santa Fe, se produjo una seguidilla de asesinatos de personas inocentes en Rosario. Desde entonces, la comunicación en materia de seguridad fue más cuidadosa y responsable.
  • Reforma judicial: MIRADA PARCIAL. Con el apoyo del Gobierno, el oficialismo aprobó una ley que establece, entre otros puntos, que los integrantes del Poder Judicial deberán asistir diariamente a sus despachos. Además, los secretarios y empleados deberán trabajar el tiempo que sea necesario para cumplir al día sus funciones. Pero no existe ninguna ley que garantice, por ejemplo, condiciones similares para los integrantes del Poder Legislativo.
  • Renovación de la Corte y elección de jueces: UNA MANCHA. Resulta intolerable que cualquier agente del Estado —como el presidente de la Corte de Santa Fe, Rafael Gutiérrez— diga abiertamente que dejará su cargo cuando se le ocurra. Pero también es inaceptable que el Poder Ejecutivo modifique las reglas de juego para que, personas desaprobadas en los exámenes previos, accedan a integrar de la Cámara de Ejecución Penal. Un antecedente inquietante frente al futuro.

Maximiliano Pullaro: un gobernador con poder casi inaudito en Santa Fe

Al controlar las dos Cámaras de la Legislatura, Pullaro gobierna con un poder prácticamente inaudito en Santa Fe. Desde el retorno de la democracia, apenas tres mandatarios gozaron de semejante contexto de gobernabilidad, y los tres representaron al peronismo: Víctor ReviglioCarlos Reutemann y Jorge Obeid.

El poder bien administrado facilita la gestión y acelera los tiempos de gobierno. Sin embargo, también plantea la imprescindible necesidad de afrontar cada paso con cautela y con la responsabilidad imprescindible como para que tanto ímpetu no se perciba avasallante o se convierta en atropello.

La historia reciente de la política argentina muestra un claro ejemplo de las tentaciones y los riesgos que el poder suele incubar.

El 27 de febrero de 2012, después de ser reelecta con el 54% de los votos, Cristina Fernández llegó a Rosario para celebrar el Día de la Bandera.

Ese día, las cámaras captaron a la entonces presidenta cuando, dirigiéndose a sus seguidores, lanzó aquel “Vamos por todo” que retumbó por años y que, de alguna manera, marcó el inicio de un declive sostenido del volumen electoral de una Cristina que, en 2019, debió idear el fallido proyecto de “Alberto Fernández Presidente” para retornar al gobierno.

En este contexto de poder insoslayable —el peronismo santafesino se resquebraja, el futuro del sector que lidera Amalia Granata es una incógnita y la izquierda representa una minoría— el mayor riesgo para Maximiliano Pullaro es Maximiliano Pullaro.

Desde el regreso de la democracia, solo tres gobernadores santafesinos gestionaron con tanto poder como el de Maximiliano Pullaro. Todos fueron peronistas.

Un hombre joven, con ambiciones, con evidente capacidad para liderar equipos y con una fuerza de trabajo avasallante, que deberá transitar su gobierno con la inteligencia, prudencia y actitud necesarias como para conducir con equilibrio, tolerancia y respeto por las diversas miradas.

El resto de los representantes del frente Unidos juega un rol clave en este sentido. Seguramente, no siempre las posturas del gobierno coinciden con las del socialismo, el PRO, los referentes de Creo o del resto de los integrantes de la coalición.

Hasta ahora, supieron convivir de manera respetuosa y eficaz, pero esta convivencia deberá ser preservada con esmero porque el equilibrio del presente no garantiza el éxito del futuro. La experiencia del Frente Progresista Cívico y Social es una clara muestra de cómo un frente electoral exitoso, puede desmoronarse de manera inevitable.

Ante este escenario de poder, Maximiliano Pullaro tiene por delante enormes posibilidades y una responsabilidad clave: afrontar cada paso con cautela, moderación y sensatez.

El poder ayuda a gobernar. Pero sin equilibrio y ecuanimidad, puede aturdir y llevar a rumbos inconducentes.

En apenas 365 días en el poder, Pullaro y su equipo alcanzaron más objetivos que los que lograron otros gobernadores a lo largo de toda una gestión. Los próximos tres años dirán si estos logros representaron, efectivamente, las bases sólidas e imprescindibles para un gobierno que quede en la historia.