ADVERTENCIA. Aunque parezca que la elección de ayer fue el punto culminante de una larga campaña que se inició sobre finales del año pasado, se trató apenas de la primera de cuatro experiencias similares que los santafesinos experimentarán a lo largo de 2011: aún restan los comicios generales provinciales, las primarias y las generales nacionales, si es que no hay segunda vuelta.
RECONOCIMIENTO. Y aunque por estas horas habrá heridas abiertas entre los perdedores e incredulidad en algunos que se dieron por ganadores antes de tiempo, lo cierto es que en líneas generales las elecciones de ayer dejaron la sensación de satisfacción general. Los presagios de que el nuevo sistema sería caótico quedaron sepultados. La realidad demostró que esas premoniciones sólo reflejaban las inseguridades personales o los intereses sectoriales de los agoreros.
Santa Fe aplicó un sistema transparente que, si bien es seguramente perfectible, puso en jaque los viejos -y poderosos- aparatos y brindó a los ciudadanos la posibilidad de adoptar un rol más activo, dejando de ser apenas espectadores de una escena que, en realidad, era pergeñada por los encargados de armar el escenario de las listas sábanas.
Uno más uno…
Dicen que en política uno más uno, generalmente, no es igual a dos. Si sólo se tratara de una cuestión matemática, las elecciones del próximo 24 de julio estarían ya definidas: Agustín Rossi sería gobernador (el peronismo obtuvo ayer alrededor de 677 mil votos); Antonio Bonfatti sería el segundo (el Frente Progresista fue votado por 650 mil personas) y Miguel Torres del Sel sería el tercero (ayer logró 235 mil votos).
Algo similar sucedería en la ciudad de Santa Fe: Eduardo Wagner sería intendente (el peronismo obtuvo alrededor de 84 mil votos); José Corral sería el segundo (el Frente Progresista fue votado por 79 mil personas) y Roberto Campanella sería el tercero (ayer logró 6.300 votos).
Sin embargo, cada uno de estos sectores posee características particulares. Además, la experiencia indica que los votos de las primarias son altamente volátiles y, finalmente, no se puede olvidar que el devenir de los próximos dos meses puede plantear imprevistos que favorezcan a unos y perjudiquen a otros.
En el contexto provincial, el voto de las distintas vertientes del Frente Progresista aparece como más homogéneo que el del peronismo. Al menos hasta ahora, no resulta descabellado suponer que gran parte de los votantes de Rubén Giustiniani o de Mario Barletta pueda volcar su apoyo a Antonio Bonfatti, más allá de que durante la campaña el gobernador Hermes Binner incurrió en algunas agresiones verbales innecesarias hacia sus adversarios. Aquellos ataques provocaron heridas que seguramente siguen abiertas, pero no parecen haber sido tan profundas como para fracturar el bloque.
Lo del peronismo es, en cambio, más heterogéneo. Agustín Rossi logró un importante caudal de votos en Rosario (alrededor de 121 mil sufragios) y Omar Perotti hizo lo mismo en el centro-norte provincial. Mientras que a Rossi se lo identificó desde un primer momento con el kirchnerismo, Perotti captó las adhesiones de peronistas no kirchneristas y de independientes no conformes con la gestión socialista en la provincia. La pregunta del millón es cuántos de esos votantes estarán dispuestos a elegir a un ultrakirchnerista como Rossi el próximo 24 de julio. El prefijo “anti” parece tener una presencia más importante dentro de los posibles votantes del peronismo, que entre los supuestos electores del Frente Progresista.
De todos modos, el peronismo cuenta con una carta extra: la creciente adhesión a la presidenta Cristina Fernández. La suerte de Rossi dependerá, en gran medida, de cómo aproveche ese viento de cola.
El caso Santa Fe
La situación en la ciudad de Santa Fe se asemeja al escenario provincial. Salvo que ocurra algún imprevisto en las circunstancias generales o en los humores de los protagonistas, no resulta descabellado suponer que gran parte de los votantes de Pablo Farías, Miguel Barrios o Mario Pilo, termine eligiendo a José Corral.
El tablero peronista es mucho más complejo. Pocos creían en las posibilidades de Eduardo Wagner y la mayoría apostaba por el triunfo de Diego Degano. Incluso, Omar Perotti se había ilusionado con la idea de que un hombre de su sector tuviera la posibilidad de quedarse con la Intendencia de la capital de la provincia.
Pero habrá que analizar con detenimiento el voto a Wagner, quien acompañó a una fórmula de gobernador y vice forzada, casi antinatural. Rafael Bielsa y Oscar Martínez siempre se miraron de reojo.
Bielsa no logró convencer a los kirchneristas de que él representaba al kirchnerismo. Tampoco convenció a los no kirchneristas de que podía encarnar un “kirchnerismo moderado”.
Tal fue el fracaso de esa fórmula, que Eduardo Wagner logró más de 35 mil votos en la ciudad de Santa Fe, mientras que Bielsa-Martínez apenas alcanzó 34 mil votos en todo el departamento La Capital.
¿Qué porción de los votos a Wagner provino del aparato armado en la ciudad por Martínez durante los últimos años?, ¿cuántos votos obtuvo gracias al apoyo de Alberto Maguid a través del gremio de UPCN? Por ahora, las respuestas a tales preguntas son un interrogante.
Pero existen algunas certezas que incrementan la incertidumbre sobre esta candidatura.
La primera es que resulta por lo menos difícil pensar que Martínez y Maguid puedan trabajar en conjunto para apoyar a un candidato.
La segunda es que Wagner, ideológica y personalmente, poco tiene que ver con Agustín Rossi, que será el candidato a gobernador por el mismo partido. Es probable que gran parte de los votos de Degano recalen en Wagner, pero difícilmente logre la misma captación de los 18 mil votantes de Martín Gainza, el hombre del kirchnerismo en la ciudad.
De todos modos, el final de esta contienda seguirá abierto. Ahora llega el tiempo del reagrupamiento de fuerzas. Será el momento de sanar algunas heridas y de disimular otras. Casi no queda espacio para el descanso.
La segunda etapa de la campaña, recién comienza.