Un debate que empobrece

Éste no fue un primero de mayo cualquiera. El discurso de Hermes Binner, abriendo el período ordinario de sesiones legislativas, se produjo apenas veinte días antes de unas internas particularmente cargadas de dramatismo, donde oficialismo y oposición se aprestan a iniciar un proceso que pondrá en juego el poder político provincial en su conjunto.
No será un año cualquiera. Todos lo saben. La tensión se percibe en cada palabra, en cada movimiento, en cada gesto. Aunque la mayoría de los actores intente disimularlo, la disputa electoral está y estará omnipresente.
Apenas había finalizado el discurso de Binner en la Legislatura, cuando los periodistas emprendieron la tarea de buscar repercusiones en todo el arco político.
Las respuestas de unos y otros fueron tan obvias y predecibles, que sorprenden las carencias a la hora de elaborar conceptos novedosos, que cautiven, que convenzan.
Los opositores sólo se dedicaron a criticar las palabras del gobernador. “Parece que no vio a los vecinos que reclamaban seguridad”; “esta provincia ha desaprovechado oportunidades importantes”; “fue un discurso de campaña”; “no sé dónde está todo lo que describió”; “fue un discurso cargado de generalidades”; fueron algunas de las reflexiones.
Para quienes integran el Frente Progresista Cívico y Social, en cambio, las palabras del gobernador no mostraron fisuras. “Hay cambios y transformaciones profundas”; “concuerdo con todos los conceptos que se dijeron”; “fue un discurso muy emotivo y ligado a la felicidad de las personas”; “me impactó la contundencia conceptual”; se los escuchó decir.
Difícilmente estas consideraciones -las de unos y otros- enriquezcan el debate político. Difícilmente suenen creíbles para los ciudadanos que buscan quién los convenza a cuatro semanas de los primeros comicios de un año cargado de disputas electorales.
¿Acaso resulta tan difícil para un opositor resaltar los logros de un gobierno de signo diferente? ¿Acaso representa una traición que un oficialista reconozca que se cometieron errores o que existen deudas pendientes?
Lejos de lo que muchos políticos puedan suponer, decir lo que realmente piensan los acercaría al electorado, los humanizaría, los haría más creíbles. Romper los moldes preestablecidos, acabar con las respuestas obvias, pensar aunque sea por un momento como lo hace el ciudadano común, sería mucho más beneficioso de lo que muchos suponen. Para ellos y para todos.
Los ejemplos de que esto es posible están al alcance de la mano. Luego del terremoto de Haití, Barack Obama convocó a Clinton y a Bush para recaudar fondos. Apenas se supo de la muerte de Osama Ben Laden, Clinton y Bush aplaudieron públicamente el logro del gobierno de Obama.
En Uruguay, ex presidentes acompañan a José “Pepe” Mujica a la hora de buscar inversiones. En Chile, Sebastián Piñera brindó su primera conferencia de prensa como presidente junto a su contrincante, Eduardo Frei.
Es cierto que la cultura política de cada país es única e irrepetible. Sin embargo, en ciertas circunstancias, las reacciones de algunos políticos argentinos se parecen demasiado a sus propias inseguridades.