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Dicen que los primeros cien días son claves para cualquier gobierno. Si esta premisa es realmente cierta, habrá que decir que el próximo 10 de diciembre, cuando asuma como gobernador Omar Perotti, la provincia de Santa Fe habrá padecido los efectos de la desafortunada decisión de haber contado con dos gobiernos –uno en funciones y otro electo- a lo largo de inacabables 177 días.
El 17 de diciembre del año pasado se supo que el gobernador Miguel Lifschitz había resuelto desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales. En aquel decreto, dispuso que el 16 de junio se realizarían los comicios generales en Santa Fe, lo que dejó abierta una brecha interminable entre ese día y el 10 de diciembre próximo.
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Como suele ocurrir en estos casos, los gobiernos provinciales establecen los cronogramas electorales evaluando sus conveniencias políticas. Sin embargo, lo que no se tuvo en cuenta, fue que esta decisión colocaría a la provincia frente a un desgaste que no sólo debilita a quienes gobiernan y a quienes se preparan para hacerlo sino, sobre todo, a una ciudadanía que mira absorta cómo sus dirigentes se aíslan en disputas alejadas de las verdaderas necesidades de la gente.
El 3 de julio de este año se produjo el primer encuentro entre representantes de Omar Perotti y funcionarios del gobierno actual. Desde entonces, las relaciones entre ambas partes se fueron degradando. A tal punto, que en estos momentos desde el peronismo acusan a Lifschitz de “dinamitar” la transición.
Las primeras diferencias surgieron a partir de los números de la provincia. Pero luego, el peronismo que responde a Perotti decidió jugar una carta fuerte: impulsar una reforma constitucional que se había negado a tratar poco tiempo antes.
La verdad es que impulsar una reforma de la Constitución, en momentos en que el ciudadano común padece las urgencias de una crisis dolorosa, suena poco menos que descabellado e inconexo con la realidad.
Pero eso no fue todo. El tiempo de la transición es tan prolongado, que permitió que las diferencias internas dentro del peronismo se hicieran evidentes aun antes de que Perotti asumiera como gobernador.
Mientras en Diputados los peronistas buscaban los votos necesarios para avanzar con una reforma constitucional, en el Senado los integrantes del mismo partido decían no estar de acuerdo con la decisión.
Con el Presupuesto, también
Lo mismo sucedió con el Presupuesto 2020. Omar Perotti había acordado con Lifschitz que sería él y su equipo quienes elaboraran el proyecto de Presupuesto para el año próximo, pero sucedió que legisladores peronistas presionaron para que el proyecto fuera enviado lo antes posible.
¿Qué hizo Lifschitz?… Envió su propia versión de cómo deberían utilizarse los recursos en 2020. Otra vez, la brecha entre los peronistas dejó la puerta entreabierta al actual gobernador, quien optó por desoír el pedido de su sucesor.
“Lo que está haciendo el gobernador saliente, tras la fábula de que todo funciona de maravilla en Santa Fe, es cargar la responsabilidad de los problemas que ha generado al gobernador electo”, dijo un diputado peronista muy ofuscado.
La designación de cargos vacantes en la Defensoría del Pueblo y el Ente Regulador de Servicios Sanitarios también se coló en esta transición eterna y contaminada. Diputados del PJ piden a Lifschitz que no avance con la propuesta de nombres.
Pero grande fue la sorpresa cuando se supo que la postulación del radical Jorge Henn como defensor del Pueblo de la zona norte fue impulsada por Lischitz, con la firma del senador peronista Armando Traferri, quien hace algunas semanas pegó el portazo y dejó de negociar con el gobierno en nombre de Perotti.
Sueldos en la mira
Mientras los políticos de cada uno de los partidos continúan encapsulados en su propia burbuja, otros temas más acuciantes requieren de urgentes respuestas. Entre ellos, nada menos que el pago de sueldos a los empleados públicos provinciales.
El ministro de Gobierno, Pablo Farías, puso en duda que en diciembre la provincia esté en condiciones de aplicar la cláusula gatillo para los sueldos de noviembre. Los gremios reaccionaron de inmediato y exigieron que se cumpla con lo acordado, mientras que el perotista Roberto Mirabella reclamó a Lifschitz que respete el compromiso hasta fin de año.
¿Qué ocurrirá si no existen los fondos suficientes para aplicar esta cláusula? ¿El gobierno dejará un conflicto abierto a las futuras autoridades? ¿Cómo reaccionarán los gremios que apoyaron la candidatura de Perotti en caso de que el nuevo gobernador no cuente con los recursos para equiparar los salarios a la inflación?
Demasiadas preguntas que exigen respuestas urgentes. Respuestas que difícilmente puedan aparecer, en medio de una transición que en seis meses desnudó miserias, debilitó al actual y al futuro gobierno y colocó a la provincia frente una situación vacilante.
Lo sucedido este año debería servir de lección para los gobernadores por venir. Antes de privilegiar sus intereses políticos a la hora de fijar los cronogramas electorales, deberían pensar con sentido común y en la gobernabilidad ante todo.
Seis meses de transición, nunca más.