Por miserias y virtudes, por astucia o por torpeza, cada uno de los protagonistas de las elecciones de ayer hizo lo necesario como para que las cosas se dieran como se dieron. La coyuntura seguramente influyó, pero quienes debían esforzarse para torcerla porque corrían desde atrás, no estuvieron a la altura de las circunstancias como para lograrlo. Luego de que cada uno de los sectores políticos del país decidiera nominar a dedo a sus candidatos a la Presidencia, muchos sostuvieron que los comicios de ayer no tenían sentido alguno. Ahora, queda flotando la impresión de que es la elección presidencial de octubre la que ha perdido su significado, ya que ni siquiera el más optimista de los kirchneristas soñaba con alcanzar el 50{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} de los votos. Las expectativas de los principales candidatos de la oposición fueron, literalmente, aniquiladas. El 23 de junio de este año, publicaba en El Litoral un artículo titulado: "El kirchnerismo sabe lo que hace, la oposición no sabe qué hacer". Siempre existen márgenes de errores en este tipo de interpretaciones periodísticas. Pero la realidad lo confirmó de manera contundente. Nada fue por azar. Luego de la primera vuelta porteña, Cristina Fernández de Kirchner produjo un giro en su discurso y en sus modos. En aquel momento, a Daniel Filmus lo dejaron solo. Pero la derrota no fue en vano: en la segunda vuelta, la Presidenta felicitó a Macri y el kirchnerismo apañó a su candidato. Luego vinieron Santa Fe y Córdoba. El oficialismo mantuvo este cambio de estilo. Claro que Cristina no ganó sólo por eso, pero el nuevo discurso seguramente ayudó a congraciarse con un sector independiente del electorado. Anoche, la Presidenta remarcó su nuevo perfil de manera evidente: arrancó saludando a los candidatos de la oposición y pidió unidad entre todos los argentinos. Por si hacía falta, les habló a sus propios militantes sin rodeos para que comprendieran la transformación del discurso: "Tenemos que tener más humildad que nunca". "No esperen de mí ninguna palabra que ofenda o menoscabe a nadie". "Fue un triunfo del amor". La escena familiar completó el cuadro perfecto. El 27 de octubre de 2010, la muerte de Néstor Kirchner dejó a la oposición sin brújula. El nuevo discurso de Cristina, vuelve a pulverizar la escuálida y vacía estrategia de candidatos como Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín -lo de Elisa Carrió merece un análisis aparte-, quienes se limitaron a reclamar diálogo y consenso, pero carecieron de propuestas de gobierno concretas para convencer al electorado. Más aún, mientras proponían diálogo y consenso, no fueron capaces de lograrlos dentro de sus propios sectores. Duhalde rompió con Alberto Rodríguez Saá y ambos protagonizaron un verdadero papelón político. Alfonsín tampoco tuvo interna, sobre todo a partir de que decidiera dejar de lado sus convicciones ideológicas y se aliara con Francisco De Narváez. "Si la sociedad argentina se derechiza, el radicalismo debe prepararse para perder elecciones", dijo en los noventa el ex presidente Raúl Alfonsín. Evidentemente su hijo, Ricardo, se distrajo y no pudo escucharlo. Subestimó al electorado y cometió un pecado imperdonable. Tormenta a la vista Nada fue por azar. En la situación económica del país asoman tiempos de crisis, por ahora solapada. Se sabe que la inflación interna y el colapso internacional provocarán sacudones. En ese contexto, el kirchnerismo aparece como el único sector con la fuerza suficiente como para conducir el barco en medio de la tormenta. ¿Por qué cambiar entonces?, ¿qué garantías ofrecen otros, que sólo se limitaron a criticar?, ¿por qué podrían tener éxito, si ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo entre ellos para no atomizar de esta manera a la oposición? Es verdad que Hermes Binner perdió en Santa Fe y que tampoco logró acordar en su momento con Pino Solanas, por lo que colaboró con la atomización opositora. Pero anoche, el socialista fue el único opositor entusiasmado. Aprovechó el desatino de Alfonsín de unirse con De Narváez y decidió consolidar un espacio nuevo. Pensó en 2015, como seguramente lo hizo Mauricio Macri al desistir de su candidatura. Es probable que el líder del PRO respire aliviado por haber evitado la derrota, pero Binner fue más allá. Por como se dieron las elecciones -Duhalde y Alfonsín neutralizados en un empate- el santafesino es el único con posibilidades de crecimiento de ahora hasta octubre. No es poco, sobre todo habiendo asumido la decisión de pensar en el mediano y largo plazo. No es poco, cuando Cristina logró uno de los triunfos más aplastantes de la historia democrática argentina y, quienes asomaban como los principales opositores, quedaron heridos de muerte. En política, como en la vida, los imprevistos existen y los contextos influyen. Sin embargo, el resultado apabullante de las elecciones de anoche no fue producto del azar. Cada uno, desde su posición, hizo lo necesario como para que así ocurrriera.