El gobierno nacional juega sus cartas en dos frentes de acción claramente definidos. El primero, circunscripto a la arena política. El otro, vinculado con la economía doméstica.
Durante los primeros tres meses de gestión, las cosas no pudieron ser mejores en materia política para Cambiemos: el país restableció los vínculos interrumpidos con las principales potencias internacionales, logró acercamientos en tiempo récord con los holdouts, avanzó en su relación con los gobernadores y, desde el Parlamento, asestó un par de duros golpes a un kirchnerismo que a priori se presentaba como una acechante fuerza opositora.
En este contexto, el avance -tardío, pero avance al fin- en las causas relacionadas con posibles hechos de corrupción cometidos durante la era de los Kirchner, terminó por conformar un escenario políticamente favorable para Mauricio Macri y su equipo de gobierno. La detención de Lázaro Báez contribuyó a reforzar este estado de situación.
Sin embargo, la aparición del nombre del presidente argentino en el escándalo de los Panama Papers sacudió a un oficialismo que, en materia política, se venía acostumbrando a las buenas noticias. Macri decidió -algo tarde- presentar un escrito a la Justicia para aclarar su situación. Fue una decisión acertada que, de todos modos, no evitará que su pasado como empresario sea investigado.
Macri no es el único líder mundial en aparecer vinculado con estas listas de empresas fantasmas creadas para lavar dinero. En Gran Bretaña, por ejemplo, David Cameron sufre los embates de una oposición que reclama su renuncia como primer ministro.
De todos modos, los problemas más acuciantes para Cambiemos no aparecen en el frente político, sino en la economía doméstica.
Mientras la drástica quita de subsidios al sistema eléctrico -producida en los meses de mayor demanda- impacta de manera implacable sobre los índices inflacionarios, los indicadores sociales encienden luces de alerta a lo largo y ancho del país.
La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, acaba de estimar que la economía argentina caerá un 0,8 por ciento en 2016. Por ese motivo, recomendó al gobierno nacional “cuidar los programas sociales y a las familias más vulnerables”.
Es cierto que el kirchnerismo dejó una herencia nefasta y que el contexto regional no ayuda. Brasil -el principal comprador de productos argentinos- atraviesa una gravísima crisis, mientras se espera que la economía latinoamericana se retraiga 0,6 por ciento este año. En 2015, apenas el 5 por ciento de la inversión internacional directa tuvo como destino a Latinoamérica.
Hace un par de semanas, el Observatorio de la Deuda Social Argentina -que depende de la Universidad Católica Argentina- reveló índices perturbadores. Entre enero y marzo de este año, la pobreza pasó del 29{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c}, al 32,6{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c}. Esto significa que en tan sólo 90 días la cantidad de pobres en la Argentina se incrementó en más de un millón de personas. Según el mismo trabajo, la indigencia pasó del 5,3 al 6,2 por ciento en igual período.
Los datos de la Universidad Católica representan un fuerte llamado de atención sobre las consecuencias producidas por el brusco sinceramiento de los valores de tarifas y servicios públicos.
El macrismo tomó la decisión de concentrar lo más duro del ajuste en el primer semestre del año. A los aumentos en energía eléctrica les siguieron el transporte, gas, peajes, combustibles, entre otros. Estos incrementos impactan en el resto de los precios. El poder adquisitivo se reduce de manera drástica.
Apenas pasaron cuatro meses desde la asunción del gobierno. Sin embargo, los márgenes para cometer errores se reducen. El principal desafío, ahora, será alcanzar el delicado equilibrio entre las decisiones de índole tecnocráticas y las medidas indispensables desde el plano de la política social.