Ante la inminencia del final de cualquier año, el primer impulso -o íntimo deseo- moviliza a buscar y resaltar las buenas noticias que se sucedieron durante los últimos doce meses. En medio de tanto agobio, es casi una necesidad natural. Y no está mal que así ocurra.
Sin embargo, la realidad no puede reinventarse. Ocurrió. Está allí. Al realizar una mirada retrospectiva, las imágenes del 2009 se entremezclan, como siempre, y entre tantas escenas y momentos vividos apenas queda una sensación irrebatible: fue un año complicado para la provincia y para el país en general.
Mientras 2008 tuvo una fecha clave -el 11 de marzo- que representó un abrupto quiebre en las relaciones políticas, económicas y sociales de la Argentina, el año que ahora termina se caracterizó por una interminable cadena de enfrentamientos que llegaron a modificar los vínculos y humores en prácticamente todos los niveles.
Los primeros meses de 2009 estuvieron signados por la crisis internacional que había estallado a finales del año anterior. El temor se generalizó y el gobierno argentino ocupó gran parte de su tiempo en lanzar planes tendientes a estimular el consumo. Algunos mostraron resultados mínimos, mientras que otros pasaron totalmente inadvertidos. Aun así, los efectos de la debacle financiera mundial fueron para la Argentina menos duros de lo que muchos vaticinaban. Hoy, algunos parecen haber olvidado que no pasó demasiado tiempo del peor momento de aquel vendaval.
Pero las divisiones políticas y sociales continuaron profundizándose en el país, a tal punto que llegó a naturalizarse el hecho de que el poder comenzara a dirimirse en los espacios públicos. Conceptos tales como “ganar la calle” o “marcar u ocupar territorios” se replicaron hasta el cansancio. Los distintos bandos en pugna hicieron todo lo posible para imponer la ley del más fuerte.
Mientras grupos opositores al kirchnerismo pasaron varias semanas acampando en plena avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires; patotas sindicales lideradas por el hijo de Hugo Moyano impidieron por la fuerza la distribución de algunos de los principales diarios del país, avasallando leyes y libertades fundamentales como las de trabajar, informar y recibir información.
Casi al mismo tiempo, personajes como Mirta Legrand, Susana Giménez y Marcelo Tinelli llamaban a la gente a ocupar las calles para reclamar medidas contra la inseguridad.
A las tendencias confrontativas del gobierno se sumaron las posturas sectoriales de algunos grupos siempre tentados a imponer sus ideas, atribuyéndose una representación colectiva que no siempre tienen.
Conceptos tales como consenso, palabra o civilidad mostraron un claro retroceso durante el año que termina. Como otras tantas veces, los hechos prevalecieron sobre el derecho. La irracionalidad siguió ganando terreno. El “territorio ganado” imperó sobre las ideas o los argumentos.
Tanto terreno perdieron el derecho y el respeto por las normas que, con la excusa de la crisis financiera mundial, el gobierno nacional no dudó en impulsar el adelantamiento de las elecciones legislativas que debían realizarse en octubre.
Se votó el 28 de junio, de manera tal que la oposición tuviera poco tiempo para organizarse. Aun así, el kirchnerismo fue derrotado en distritos claves, como el Gran Buenos Aires. En la provincia de Santa Fe, Carlos Reutemann logró una exigua pero importante victoria sobre el socialista Rubén Giustiniani.
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Pero los enfrentamientos políticos y sociales no fueron los únicos escollos para el crecimiento. La sequía causó estragos en gran parte del territorio argentino. Desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) estimaron que la falta de lluvias afectó prácticamente un tercio de la superficie sembrada en el centro del país.
La provincia de Santa Fe se convirtió en uno de los distritos más perjudicados. Las autoridades del Ministerio de la Producción calculan que apenas quedan cinco de los ocho millones de cabezas de ganado que existían hasta hace pocos años en el territorio provincial. La sequía, el avance de la frontera agrícola y las fallidas políticas nacionales en la materia, hicieron que numerosos productores remataran sus animales a precios viles y que otros decidieran abandonar la actividad.
Los habitantes de numerosos poblados del norte santafesino debieron soportar las penurias provocadas por la falta de agua potable. Apenas pudieron consumir unos cuantos litros diarios por persona, que fueron acarreados en camiones o tractores a través de los resquebrajados caminos.
Desde que estallara el conflicto con el campo en marzo de 2008, la economía de Santa Fe comenzó a sentir el impacto negativo. Luego llegó la crisis internacional, con la consecuente disminución de las exportaciones que afectó, sobre todo, a las industria fabricante de maquinaria agrícola en el sur provincial. La sequía representó para muchos casi el golpe final. En estos momentos, con la llegada de las lluvias y el lento repunte de la economía mundial, algunos luchan por levantarse y reiniciar la marcha.
Estos fenómenos impactaron directamente en las arcas del Estado santafesino. Tanto es así, que el déficit en este 2009 osciló en los 1.000 millones de pesos y el gobierno estima que el déficit durante 2010 será aproximadamente de 1.800 millones.
Numerosos municipios y comunas se encuentran al límite de sus posibilidades. La falta de recursos hizo que en muchos casos se incurriera en atrasos en el pago de los sueldos y que terminaran 2009 con medidas de fuerza de los empleados nucleados en Festram. Si la situación no mejora rápidamente, los paros continuarán multiplicándose.
Pero eso no fue todo. A pesar de la difícil situación de las arcas estatales, los docentes de toda la provincia realizaron una seguidilla de huelgas en reclamo de aumentos de sueldos. Durante las últimas semanas del ciclo lectivo, los alumnos prácticamente no tuvieron clases, salvo contadas excepciones en algunos establecimientos privados.
El gobierno intentó infructuosamente convencerlos de que aguardaran hasta el año próximo para negociar mejoras. El inicio del ciclo lectivo 2010 no está asegurado, pues los maestros dejaron entrever que el reinicio de las negociaciones paritarias será duro.
En este contexto, el gremio de UPCN se encargó de adelantar antes de la llegada del final de 2009 que espera un aumento salarial del 20{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} para los empleados públicos de la provincia en 2010. Es la advertencia más dura de este sindicado desde que el socialismo asumiera el gobierno de la provincia.
Mientras tanto, los suministros esenciales en los hospitales públicos apenas están garantizados y sectores de la salud del norte de la provincia reclaman el nombramiento de personal y mejores sueldos.
Frente a esta situación de asfixia de recursos, el gobierno de la provincia impulsó durante todo este año una reforma en el esquema tributario tendiente a incrementar la recaudación. En algunos casos, como por ejemplo el Impuesto Inmobiliario Rural, los valores se encuentran congelados desde principios de la década de los noventa.
El justicialismo insistió en introducir reformas sustanciales al proyecto original. De todos modos, la reforma fiscal permitiría al gobierno obtener recursos como para cubrir apenas el 50{e84dbf34bf94b527a2b9d4f4b2386b0b1ec6773608311b4886e2c3656cb6cc8c} del déficit previsto para el año que viene. Y no existen demasiadas alternativas para alimentar las arcas provinciales, ya que el 60 por ciento de sus fondos se conforma con dinero que llega desde la Nación, a través de un esquema centralizado en Buenos Aires que ni siquiera se cumple con regularidad.
Mientras este esquema no cambie y el gobierno central administre a su antojo gran parte de la riqueza producida por provincias como Santa Fe, los márgenes de acción para los gobiernos del interior serán absolutamente limitados.
A los problemas económicos se sumaron en Santa Fe algunos errores en materia política sobre finales de año.
Por un lado, el fallido intento de nombrar a un secretario de Seguridad de la provincia representó una desprolijidad sobre un área particularmente sensible.
Por otro, el enfrentamiento del gobierno con la Corte Suprema de Justicia no parece haber arrojado los resultados que el Ejecutivo esperaba.
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Predecir cómo será 2010 para la provincia y el país resulta una tarea aventurada. De hecho, siempre pueden aparecer factores inesperados que ayuden o entorpezcan el desarrollo social, político y económico.
Sin embargo, existen algunos elementos que estarán presentes y que desde hoy pueden ser tenidos en cuenta. Por ejemplo, el repunte de la economía mundial y el alivio producido por las lluvias en toda la provincia. El gobierno de Santa Fe espera que el primer semestre sea duro en materia de recursos, pero confía en que estos dos factores permitan incrementar la producción y la recaudación a partir de la segunda mitad del año.
Si efectivamente ocurre, significará un quiebre en la tendencia decreciente que se viene produciendo en el país a partir de marzo de 2008 y que aún no logra revertirse, más allá de un evidente amesetamiento en la caída de la economía.
El primer semestre será duro, además, porque representará el momento en que el Ejecutivo se verá las caras con sindicatos como UPCN o Amsafé, desde donde, aunque con matices, se produjeron señales combativas. Todavía no queda del todo claro cómo se las ingeniará el gobierno para hacer frente a la sucesión de reclamos de incrementos salariales.
A nadie escapa que 2010 será la antesala de 2011, un año en el que el mapa del poder político en la Argentina y en la provincia estará en juego. El peronismo en Santa Fe seguramente endurecerá su posición con el objetivo de recuperar el gobierno perdido hace dos años.
También es una incógnita qué ocurrirá en el interior del Frente Progresista Cívico y Social, donde a pesar de los esfuerzos fue imposible disimular ciertas diferencias durante los últimos tiempos. ¿Se mantendrá unida esta coalición? ¿El radicalismo intentará poner en marcha su propio proyecto de poder? Seguramente, lo que ocurra con la oposición a nivel nacional tendrá insidencia directa en lo que suceda dentro del Frente en Santa Fe.
Por lo pronto, el ciudadano común espera que en 2010 la economía despegue y que se pueda vivir en paz. Por momentos, durante 2009 se vivió una sensación difícil de definir. La situación política se pareció demasiado a la asfixia, a un callejón sin salida. El país continuó multiplicando campos de batalla de los que la mayoría de los ciudadanos se sintió ajena, aunque nadie pueda evitar el efecto de las esquirlas.
El final de este año comienza a mostrar algunos signos alentadores. No sólo por la llegada de las lluvias y el repunte de la economía mundial, sino por variables macroeconómicas que permiten cierto grado de optimismo.
Sólo resta esperar que las decisiones políticas internas no entorpezcan las posibilidades latentes de desarrollo y crecimiento.
Aunque parezcan conceptos remanidos. Aunque suene a frases hechas. Cohesión, diálogo, confianza y proyecto común, siguen siendo las principales cuentas pendientes.