Con la máquina de ventilar información, no alcanza

Dicen algunos que a partir del escándalo internacional generado por la divulgación de material clasificado del Departamento de Estado de los Estados Unidos a través del sitio www.wikileaks.org, ya nada volverá a ser como antes en la relación entre los medios de prensa y el público en general. Otros, incluso, se atreven a comparar lo ocurrido con los atentados contra las torres gemelas, cuyos escombros sepultaron en cuestión de segundos el mundo hasta entonces conocido y plantearon un nuevo escenario con secuelas que continúan develándose.
Para algún desprevenido, tal vez sea necesario explicar que “Wikileaks” es, ni más, ni menos, que una organización cuyo objetivo primordial es descubrir-develar todo tipo de información clasificada, oculta o, mejor dicho, intencionalmente ocultada.
El pasado 25 de julio de este año, The New York Times, The Guardian y Der Spiegel publicaron la noticia de 76.000 archivos secretos obtenidos por Wikileaks y que detallaban el día a día de la guerra en Afganistán desde 2004 a 2009.
En abril, Wikileaks difundió el video de la matanza de 11 civiles iraquíes abatidos en Bagdad, en 2007, por un helicóptero estadounidense. El Pentágono tuvo que abrir una investigación.
En 2009, Wikileaks publicó información confidencial del expediente del pederasta Marc Dutroux, incluidos teléfonos, cuentas bancarias y direcciones de implicados en el caso. El padre de una de las víctimas criticó la difusión del material.
Ese mismo año, publicó un informe sobre Trafigura (empresa del sector de la energía) un mes después de que un juez ordenara que el material, obtenido por The Guardian, se mantuviera secreto. Según el informe, Trafigura pagó a una empresa de Costa de Marfil para deshacerse de 400 toneladas de combustible.
Poco antes, Wikileaks había publicado material que denunciaba ejecuciones extrajudiciales en Kenia.
Cualquier persona puede ingresar a www.wikileaks.org y acceder a los documentos. En realidad, no es nueva esta lógica comunicativa que vincula de manera directa la información con el público en general, sin la intervención de los medios periodísticos. Hace décadas que los históricamente receptores pasivos de información, se convirtieron en emisores informativos, sobre todo a partir de la extensión de los medios electrónicos y de la internet. El fenómeno, todavía, incomoda a mareas de periodistas que no son capaces de aceptar que los viejos paradigmas en el flujo de contenidos están heridos de muerte.
Este nuevo esquema, que apareció primero tímidamente en los países del Primer Mundo y que luego se fue extendiendo hacia el resto del planeta, se expresa ahora de la manera más brutal. Información clasificada está al alcance de cualquiera, cruda, en bruto, sin intermediarios.
¿Representa esto el fin del periodismo?, ¿son necesarios los medios frente a tamañas posibilidades?
El mismo creador de Wikileaks, Julian Assange, insiste en que su organización no es un medio de comunicación tal como se los conoce tradicionalmente, ni pretende serlo.

Una nueva oportunidad
Paradójicamente, el actual escándalo generado por la divulgación de centenares de miles de documentos clasificados a través de Wikileaks representa una enorme posibilidad para que los medios de comunicación reciban un soplo de aire fresco, luego de décadas de caída continua en sus ventas y en su credibilidad -generalmente mancillada por errores cometidos por las mismas empresas periodísticas-.
El chusmerío barato que se está divulgando por estas horas no sólo revela el bajo nivel en el que pueden caer los servicios de inteligencia -estadounidenses o de cualquier otro país-, sino que demuestra que, para garantizar el libre acceso a la información, no alcanza con una “máquina de hacer primicias”, concepto utilizado por las periodistas Mariangela Paone y Cristina Galindo en un informe publicado el pasado 29 de agosto en el diario El País, de Madrid.
‘Nosotros apoyamos la labor de Wikileaks en el sentido de que creemos que todo material clasificado debe publicarse, pero hay que tener en cuenta siempre que no ponga en riesgo a las personas. La libertad de información tiene que ser la máxima posible. Pero existen unos límites y, si se traspasan, se pueden vulnerar los derechos humanos”, dijo Miguel Ángel Calderón, de Amnistía Internacional. Y tiene razón.
El fenómeno de organizaciones como Wikileaks es positivo porque devela informaciones que, de otra manera, se mantendrían eternamente ocultas. Sin embargo, queda claro que el rol de los medios de prensa seguirá siendo esencial.
La decisión entre publicar, o no hacerlo, es un dilema siempre presente entre los periodistas y los medios para los cuales trabajan. ¿Tiene sentido ventilar una información que pueda poner en riesgo la seguridad o hasta la vida de personas?, ¿vale la pena dar a conocer datos no confirmados -como el supuesto espionaje de Aníbal Fernández contra Francisco De Narváez o León Arslanián-?, ¿a pesar de que se trate de funcionarios públicos, qué importancia puede tener el hecho de difundir habladurías o comentarios por todos conocidos?, ¿qué valor tiene la información cuando no es contextualizada?, ¿qué ocurre cuando no se tienen en cuenta los antecedentes y las consecuencias de los hechos informados?, ¿se entienden?, ¿cuál es el límite entre comunicar y hacer ruido informativo?, ¿es lo mismo develar las matanzas de civiles iraquíes, que dar a conocer datos sobre el pederasta Marc Dutroux que pudieran perjudicar a las víctimas de sus delitos?
La decisión de los diarios New York Times, The Guardian, El País, The Guardian, Le Monde, y de la revista Der Spiegel, de reproducir algunos de los 250.000 cables clasificados, seguramente provocará un saludable debate profesional en poco tiempo. Algunos arriesgan desde ya que la información obtenida por Wikileaks significó algo de oxígeno para estos medios que, como casi todas las empresas periodísticas del mundo, se encuentran jaqueados por el nuevo paradigma comunicacional que plantea la internet. Sin embargo, puede resultar aventurado sacar conclusiones antes de tiempo.
En un ámbito en el que las verdades absolutas no existen, queda claro que algunos principios parecen estar más vigentes que nunca.
– El libre acceso a la información debe ser defendido como pilar imprescindible para la convivencia social.
– La disquisición ético-profesional entre informar, o no hacerlo, continuará siendo una cuestión clave para el periodismo;
– La divulgación de información jamás puede poner en riesgo vidas o derechos esenciales;
– Las nuevas tecnologías representan un enorme avance para la transmisión de información y, a la vez, un verdadero desafío para los medios periodísticos tradicionales.
– Cada vez quedará menos espacio para estos medios y sólo sobrevivirán aquellos que sean capaces de garantizar calidad y valor agregado al flujo informativo. Los otros, continuarán muriendo en el intento.
– Por último, los 250.000 cables develados por Wikileaks demuestran claramente que, con la máquina de ventilar noticias, no alcanza.

AUDIOS

Leo Arslanián – Ex ministro de Justicia bonaerense, se refirió a los cables difundidos por Wikileaks que lo mencionaban.