Amenaza narco al corazón del poder

A partir de este lunes las medidas de seguridad en los ingresos al Palacio de Tribunales de Rosario serán reforzadas, luego de que un magistrado, funcionarios y empleados judiciales abocados a investigar el accionar de bandas narcotraficantes, fueran amenazados.

Esto significa que las personas amedrentadas ni siquiera pueden sentirse totalmente seguras dentro del mismísimo edificio de Tribunales y que el poder de los grupos delictivos es tal, que tienen la capacidad y osadía como para golpear en el corazón mismo de la Justicia que los investiga.

Pero los integrantes del Poder Judicial no fueron los únicos que recibieron las advertencias. El ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, y policías abocados a la causa, también resultaron intimidados.
El hecho no es menor. En primer lugar devela que las investigaciones están bien encaminadas y que se están afectando intereses sensibles.

Pero eso no es todo. Las amenazas dejan al descubierto, además, la capacidad logística de las bandas narcotraficantes y el desparpajo con el que deciden actuar. Sólo quienes detentan un enorme poder y se sienten impunes pueden atreverse a lanzar estos masivos mensajes de amenazas.

Lo ocurrido en las últimas horas es un paso más en la escalada de narcocriminalidad en la ciudad de Rosario, donde se replica lo que sucedió en países en los que el narcotráfico echó raíces profundas y llegó a convertirse en un poder paralelo a los poderes e instituciones del Estado.

Tal vez pueda parecer temerario comparar lo que sucede en la Argentina con lo que ocurre en México, donde se calcula que desde 2006 fueron asesinadas alrededor de 50 mil personas. Pero existen datos suficientemente coincidentes como para trazar un paralelismo.

Hasta hace algunos años, la Argentina era simplemente un país de paso de la droga. Y la provincia de Santa Fe, formaba parte de ese circuito. Luego llegó el momento del consumo. Y hoy, la droga está a la vuelta de cada esquina.

El dinero del narcotráfico contribuyó a la formación de verdaderas bandas delictivas que, tal como sucedió en México, comenzaron a enfrentarse entre sí por recursos económicos y por espacios territoriales.

Más tarde llegaron las “cocinas”, los “bunkers” y los “soldados de la droga”: niños, adolescentes o jóvenes dispuestos a todo para proteger a los narcos que le garantizan dinero e, incluso, un sentido de pertenencia.

La corrupción policial fue el siguiente paso, al que ahora se suman las amenazas a jueces e investigadores.
Si esta historia está irremediablemente escrita, pronto los narcos decidirán terminar con las vidas de quienes se atrevan a perseguirlos o a investigarlos -magistrados, policías, periodistas-.

Después intentarán corromper a jueces y políticos. Hasta que, en un momento dado, ya no se sabrá quiénes son los buenos, y quiénes los malos.

Tal vez aún haya tiempo para torcer esta historia. Sin embargo, para que otro desenlace sea posible, el gobierno nacional y las administraciones provinciales deberán trabajar coordinadamente, sin mezquindades y dejando a un lado las banderías políticas.

Por ahora, y mientras el problema se profundiza dramáticamente, la realidad indica que ocurre todo lo contrario.

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http://www.youtube.com/watch?v=OknzaB1zH2U
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