A nadie se le ocurriría discutir que una hora, un día, una semana, un mes o un año, duran exactamente lo mismo en una esquina de Buenos Aires, en un parque de Tokio o en algún suburbio neoyorkino. Sin embargo, y a pesar de esta certeza, la percepción del tiempo en la Argentina suele ser muy diferente a lo que sucede en otros rincones del planeta.
El 20 de junio de este año, el gobierno anunció que el directorio del Fondo Monetario Internacional acababa de aprobar un acuerdo stand by por 50.000 millones de dólares para la Argentina, lo que representaba una inyección de fondos frescos imprescindibles luego de una corrida cambiaria que puso en jaque al país. Ese día, el dólar se vendía en bancos y casas de cambio a $ 28.20.
Pero el 26 de setiembre de este año, la historia pareció repetirse: como una suerte de déjà vu, el gobierno anunció que el directorio del Fondo Monetario Internacional acababa de aprobar un acuerdo por el que otorgarán a la Argentina 7.100 millones de dólares extras, pero que a la vez implica mayor ajuste y una serie de cambios en la estrategia para frenar la inflación. Ese día, el dólar se vendía en bancos y casas de cambio a $ 39.43.
Entre un anuncio, y el otro, pasaron apenas 96 días. En otras palabras, el histórico acuerdo de junio, que supuestamente debió haber representado la plataforma de estabilización y despegue de la economía, no logró sobrevivir tan siquiera tres meses.
Es verdad que el destino suele deparar situaciones inesperadas, que provocan cambios repentinos capaces de transformar la historia. Sin embargo, también es cierto que tres meses es un lapso insignificante de tiempo en el devenir de un país, pero representan para la Argentina una verdadera eternidad.
No parece haber un día de paz. Nadie sabe qué sucederá mañana y muchos olvidan qué ocurrió ayer. La vorágine de los acontecimientos provoca una suerte de amnesia colectiva, en la que se suele perder la percepción del tiempo y de la realidad.
Por eso, pocos son capaces de percibir que el nuevo acuerdo con el FMI nunca debió haber existido, de no ser porque en Argentina apenas tres meses fueron capaces de devorar las expectativas que se habían generado a partir de lo que fue el mayor compromiso de apoyo que el FMI realizara en toda su historia hacia un país.
El siguiente es un intento –fallido, por cierto- de resumir el aplastante y agobiante ritmo de los acontecimientos que se produjeron tan sólo en esos 96 días que transcurrieron entre ambos acuerdos:
Se endurece el debate por el aborto, comienza la tensión por el Presupuesto 2019, la CGT realiza el tercer paro contra el gobierno de Macri, por la sequía la economía caer por primera vez en 13 meses, se incrementa la tensión en el Senado por el aborto, el gobierno dice que el aumento de las tarifas será más gradual, el dólar supera los $ 29 y el Central interviene, la Selección queda afuera del Mundial, anuncian medidas financieras para frenar al dólar, cadena perpetua para Nahir Galarza, congelan la contratación de empleados públicos, Elisa Carrió y el radicalismo piden más participación al gobierno, refuerzan la ayuda social, la Iglesia endurece su postura por el aborto, Macri reconoce errores y pide apoyo, Pity Alvarez mata a un hombre, anuncian recortes por $ 300.000 millones, el FMI presiona para que baje el déficit, en junio la inflación de 3,7% es la más alta en dos años, Macri anuncia una reconversión de las FFAA y se abre la polémica, alerta por sarampión, llega Lagarde a Buenos Aires, se anuncia que en mayo la actividad cayó 5,8%, el campo pide menos impuestos, aumenta la nafta entre 4 y 7%, estalla la “Causa de los Cuadernos”, comienzan a detener a empresarios y a ex funcionarios kirchneristas, acusan a Cristina Fernández por asociación ilícita, los empresarios empiezan a confesar, condenan a 5 años y 10 meses de cárcel a Amado Boudou, el Senado rechaza el aborto, Oyarbide llora y apunta contra los Kirchner, el dólar supera los $ 30, anuncian el fin de las Lebacs, frenan la baja de retenciones a la soja, advierten que la inflación podría llegar al 35%, José López acepta declarar como arrepentido, marcha contra la corrupción frente al Congreso, el PJ acepta que allanen la casa de Cristina, preocupa que el escándalo de los cuadernos complique la economía, el gobierno reconoce que pedirá otros $ 3.000 millones de dólares al FMI, se complica la situación en las universidades, el dólar llega a venderse a $ 42, el gobierno prepara medidas fiscales, reducen la cantidad de ministerios, extienden retenciones, anuncian cambios importantes en el gabinete, se producen apenas algunos movimientos en el gabinete, aumenta la nafta, Macri habla de más ajustes, anuncian plan de déficit cero, dicen que el acuerdo técnico con el FMI está cerrado, postergan baja de impuestos distorsivos, vuelve a aumentar la nafta, anuncian que Rosenkrantz reemplazará a Lorenzetti en la Corte, se acelera la inflación y pronostican 45% anual, procesan y embargan a Cristina por asociación ilícita, anuncian “banda de flotación” para el dólar, el dólar se tranquiliza y Macri parte a Estados Unidos, nuevo paro general de la CGT, Luis Caputo renuncia al Banco Central (había asumido el 14 de junio) y nombran en su lugar a Guido Sandleris, anuncian nuevo acuerdo con el FMI.
La situación del país es de extrema gravedad y los márgenes de error se han reducido al mínimo. Si este nuevo acuerdo también fracasa, probablemente la Argentina estará sola. Y más allá de lo que pregonan algunos románticos, ciertos ignorantes y muchos malintencionados que apuestan a lo peor, eso representaría un impacto de impredecibles consecuencias internas.
Es verdad que el gobierno ha cometido errores y que con reconocerlo no alcanza para mitigar sus consecuencias. Pero también es cierto que resulta insostenible para una economía como la argentina empeñarse en disimular los problemas con relatos falaces o fantasías irrealizables.
La clase política en su conjunto tiene en sus manos una responsabilidad histórica. Hace tiempo que equilibrar las cuentas dejó de ser una alternativa, para convertirse en una urgente necesidad.
Los años de despilfarro, corrupción, mafias, mentiras, errores de cálculo, marchas y contramarchas, se pagan. Y es exactamente eso lo que está sucediendo en la Argentina.
Más allá de las ideologías de los gobiernos de turno, el país necesita que de una vez por todas que comiencen a sentarse las bases de una nueva cultura política.
Sólo así será posible establecer rumbo, planificando para el mediano y largo plazo.
Sólo así será posible dejar atrás esta vorágine asfixiante que contribuye a repetir errores porque sepulta el pasado, fagocita el presente y convierte al mañana en perpetua incertidumbre.