Esta nota fue publicada en Aire Digital.
De manera intempestiva, descarnada e irrebatible, la aparición del coronavirus en la Argentina dejó al desnudo la crueldad de la situación de un país arrasado y casi siempre inconsciente de su realidad. La pandemia puso blanco sobre negro en cuestión de días: 20 millones de personas viven total o parcialmente del Estado, apenas 10 millones de habitantes trabajan en el sector formal, 15 millones subsisten en la pobreza y 3,5 millones ni siquiera tienen lo indispensable para alimentarse.
Mientras unos permanecen en cuarentena, utilizan barbijos y acatan cada disposición de las autoridades; otros ni siquiera pueden cumplir con las recomendaciones de lavarse las manos con jabón. Simplemente, porque no tienen agua potable. Y si se enfermaran, no podrían aislarse porque conviven con numerosas personas en viviendas precarias en las que el contacto resulta inevitable.
Pero incluso dentro de los que de una manera u otra se las ingenian para contar con ingresos económicos, el coronavirus reveló la existencia de tres grandes grupos en la Argentina en general y en Santa Fe en particular: los enojados, los preocupados y los desesperados.
LOS ENOJADOS: dentro de este grupo se encuentran los 3,5 millones de argentinos que son empleados públicos nacionales, provinciales o municipales de los tres poderes del Estado. Se trata de personas que cuentan con las mayores garantías laborales, ya que por lo general tienen garantizados sus ingresos en tiempo y forma. Y salvo casos de extrema gravedad, ninguno de estos empleados pierde su trabajo. En otras palabras, el Estado no quiebra, no cierras sus puertas, no cambia de rubro.
En estos momentos, la Provincia de Santa Fe mantiene congeladas las negociaciones paritarias, lo que genera malestar en el sector que reclama urgentes actualizaciones salariales.
En estos momentos, la Provincia de Santa Fe mantiene congeladas las negociaciones paritarias, lo que genera malestar en el sector que reclama actualizaciones salariales. Sobre todo, teniendo en cuenta que la inflación no cesa en la Argentina. Luego de dos años cláusula gatillo en los que vieron garantizada su capacidad de compra frente al aumento de precios, el gobierno que asumió en diciembre modificó el esquema.
El gobernador Omar Perotti dijo que en estos momentos la Provincia no cuenta con el dinero necesario para garantizar el pago de sueldos de abril. Pero añadió que se espera el auxilio financiero de la Nación para abonar los salarios públicos.
Este es el grupo que puede cumplir con la cuarentena sin mayores niveles de incertidumbre. Cuando esto pase, sus puestos de trabajo los estarán esperando.
LOS PREOCUPADOS: este grupo está conformado por empleados y empleadores del sector privado. Los primeros, comprenden que la profundización de la crisis y la parálisis de la economía agravada por la cuarentena ponen en serio riesgo sus puestos de trabajos. Algunos vienen cobrando en tiempo y forma. Otros, en cambio, lo hacen en cuotas. Les guste o no les guste, no tienen demasiadas alternativa: comprenden la realidad y ruegan que, al menos, sus puestos de trabajo continúen existiendo cuando pase la emergencia sanitaria.
En la ciudad de Santa Fe, ciudad capital y administrativa por excelencia, existe una suerte de visión “empleopúblicocentrista”.
Por su lado, los empleadores enfrentan una situación asfixiante. Por lo general, el sector privado en la Argentina está conformado por empresas pequeñas y medianas, sin la espalda suficiente como para soportar esta situación durante demasiado tiempo. Las ayudas anunciadas por el Estado demoran en llegar. Y aun cuando lleguen, sólo alcanzarán para atemperar durante algún tiempo las consecuencias del desastre de la economía. Los que tienen empleados, saben que cumplir con el pago de sueldos en tiempo y forma se convierte en una posibilidad prácticamente inviable. Y lo que no tienen empleados, saben que con sus puertas cerradas no ingresan recursos para sobrevivir.
En la ciudad de Santa Fe, capital y administrativa por excelencia, existe una suerte de visión “empleopúblicocentrista”. Sin embargo, incluso en esta ciudad el mayor generador de empleo registrado es el sector del comercio.
LOS DESESPERADOS: el tercer sector es el que más sufre la incertidumbre y las necesidades acuciantes frente a la imposibilidad de generar ingresos. Se trata de millones de personas que día a día trabajan para obtener dinero por sus propios medios. No cobran del Estado. Tampoco reciben un sueldo en el sector privado. Están solos. Ellos son los generadores de sus recursos. Y esto abarca desde el profesional que brinda algún servicio de manera registrada, el taxista o remisero que recorre las calles, el que ejerce algún oficio o el fletero que en el marco de la economía informal trabaja y vive del día a día.
Cuando el gobierno anunció una ayuda de 10 mil pesos para estos sectores, calculó que se inscribirían 4 millones de personas. Pero finalmente el número de beneficiarios aprobados llegó a los 8 millones.
Cuando el gobierno anunció una ayuda de 10 mil pesos para estos sectores, calculó que se inscribirían 4 millones de personas. Pero finalmente el número de beneficiarios aprobados llegó a los 8 millones.
Cada vez que se habla de “los que están fuera del sistema” se piensa en las personas más pobres, desempleadas, indigentes, sin ningún tipo de acceso al trabajo, ni educación. Sin embargo, el coronavirus permitió descubrir que, en realidad, los que están fuera del sistema son otros. Es que los más pobres, los indigentes y sin acceso al trabajo o educación, se encuentran de alguna manera registrados por el Estado porque reciben por lo general algún tipo de asignación económica que les ayuda a sobrevivir.
Los que realmente están fuera del sistema en este caso son todos aquellos que no reciben ningún tipo de contribución estatal, los que brindan servicios de manera autónoma y los que se encuentran dentro de ese enorme universo del 40% de economía informal que refleja la verdadera devastación del mercado laboral argentino.
La realidad es dura para todos. Pero no todos cuentan con el mismo respaldo, ni con las mismas garantías de supervivencia. El coronavirus dejó a la Argentina al desnudo. Quien no sea capaz de verlo es, simplemente, porque no quiere ver.